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La expatriación: un viaje interior

jeune homme pensif
YuriArcursPeopleimages / Envato Elements
Escrito porVirginie Thionel 05 Noviembre 2025

Expatriarse suele percibirse como una aventura apasionante, una oportunidad de crecimiento personal y profesional. Se deja atrás el país, las referencias, y a veces incluso el idioma, para sumergirse en una nueva cultura y en un entorno desconocido. Este salto al vacío está, con frecuencia, motivado por el deseo de descubrir, triunfar o reinventarse. Pero detrás de esta energía positiva se esconde una realidad más sutil: la de un desequilibrio identitario y emocional. La expatriación no es solo un desplazamiento geográfico; es también un viaje interior, a veces silencioso, que merece ser comprendido y acompañado.

El choque cultural: una transición psicológica 

El psicólogo Kalervo Oberg introdujo el concepto de choque cultural en los años 1960, describiendo las diferentes fases que atraviesa un individuo cuando se instala en un nuevo país: 

  • La fase de luna de miel: todo parece fascinante, nuevo, estimulante. El entusiasmo domina.
  • La fase de crisis: las diferencias culturales se vuelven pesadas, los malentendidos se acumulan, puede aparecer la sensación de aislamiento.  
  • La fase de ajuste: se comienza a comprender los códigos locales, a adaptarse, a encontrar los puntos de referencia. - La fase de integración: uno se siente cómodo, desarrolla un sentimiento de pertenencia. 

Este modelo no es universal ni lineal. Algunos expatriados pueden permanecer mucho tiempo en la fase de crisis, otros pasar rápidamente al ajuste. Lo que importa es reconocer que estas etapas existen y que son normales. No son señal de un fracaso, sino de un proceso de adaptación. 

El impacto en la salud mental 

El cambio de cultura, de idioma, de ritmo de vida, puede generar una forma de estrés crónico. Este estrés no siempre es visible: puede manifestarse mediante una fatiga persistente, irritabilidad, trastornos del sueño, o una pérdida de motivación. En el ámbito profesional, esto puede traducirse en una disminución del rendimiento, dificultad para colaborar, o una sensación de desajuste con los colegas. 

Este estrés a menudo se minimiza, porque se supone que el expatriado «tiene suerte», «vive una experiencia enriquecedora». Esta exigencia de felicidad puede impedir la expresión de las emociones negativas, y conducir a una forma de sufrimiento silencioso. 

Prevenir antes que curar 

La prevención en salud mental consiste en crear espacios de diálogo, de reflexión y de auto-observación. No se trata de patologizar la experiencia de la expatriación, sino de reconocer que conlleva desafíos psicológicos. 

Aquí van algunas pistas concretas: 

1. Llevar un diario de adaptación 

Escribir regularmente sobre la propia experiencia permite tomar distancia, poner palabras a los sentimientos, y detectar las evoluciones. En él se puede anotar: 

  • Lo que ha sido difícil esta semana.  
  • Lo que ha sido fuente de placer o de orgullo.  
  • Una emoción dominante.  
  • Una pregunta que uno se hace sobre su equilibrio.  

Este diario se convierte en una herramienta de regulación emocional y de prevención. 

2. Crear rituales de bienestar 

La expatriación puede trastornar las rutinas. Recrear rituales (deporte, meditación, cocina, lectura) permite recuperar una forma de estabilidad interior. Estos rituales son puntos de referencia, anclajes en un día a día a veces caótico. 

3. Identificar los propios recursos 

¿Cuáles son las personas, las actividades, los lugares que te hacen bien? 

Al identificarlos, se pueden movilizar en caso de bajón. Puede ser un amigo que se quedó en el país de origen, un café donde uno se siente bien, una actividad que nos reconecta con nosotros mismos. 

Hacerse las preguntas correctas 

La prevención pasa también por la introspección.  

Aquí van algunas preguntas para hacerse regularmente: 

  • ¿Me siento libre de ser yo mismo en mi entorno profesional? 
  • ¿Siento presión por «tener éxito» en mi expatriación?  
  • ¿Me tomo el tiempo de reconectarme con mis valores?  
  • ¿Puedo expresar mis emociones sin temor a ser juzgado?  

Estas preguntas no buscan alarmar, sino aclarar. Permiten detectar las señales débiles antes de que se conviertan en gritos. 

El papel de la empresa 

Los empleadores tienen un papel clave que desempeñar en la prevención del sufrimiento psíquico de los expatriados. Ofrecer espacios de diálogo, formaciones interculturales, acompañamientos psicológicos, puede marcar toda la diferencia. No se trata de medicalizar la expatriación, sino de reconocer que conlleva desafíos humanos. 

Un gerente atento, una política de recursos humanos inclusiva, una cultura empresarial de apoyo, son factores claves para el bienestar de los colaboradores expatriados. 

Conclusión: un viaje a dos niveles 

La expatriación es una experiencia rica, pero compleja. No se resume a un cambio de escenario, sino a una transformación interior. Prevenir el sufrimiento es reconocer esta complejidad, y ofrecer herramientas para acompañarla. Es también aceptar que se puede ser feliz… aun cuando se necesita un espacio para depositar las emociones. 

¿Y si cuidarse a uno mismo se convirtiera en un hábito tan natural como revisar el pasaporte?

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Sobre

Psicóloga del trabajo especializada en la prevención de riesgos psicosociales y en el acompañamiento de las transiciones profesionales, llevo más de 15 años trabajando con personas que atraviesan situaciones de agotamiento, crisis de identidad o pérdida de sentido en el trabajo. También soy la fundadora de Burnout-Pro, una plataforma nacional dedicada a la prevención y al abordaje del síndrome de burnout. Esta red multidisciplinar ofrece recursos pedagógicos, herramientas de orientación, acompañamientos personalizados y soluciones concretas para particulares, profesionales y empresas. Mi compromiso: volver a situar al ser humano en el centro del trabajo, restaurar la energía vital y acompañar a cada persona hacia un equilibrio sostenible.

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