Impuesto mínimo global, implicaciones para la movilidad internacional

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Escrito por Maria Iotova el 17 noviembre, 2021
Para evitar la deslocalización de las grandes empresas y corporaciones a países con bajos tipos impositivos y frenar la deslocalización de sus beneficios a los paraísos fiscales, el 46º presidente de Estados Unidos, Joe Biden, aboga por un impuesto de sociedades mínimo global de al menos el 15%. El Grupo de los Siete también ha respaldado la propuesta de Biden. Los ministros de finanzas del G7 acordaron luchar contra la evasión fiscal haciendo que las empresas paguen más en los países donde hacen negocios.

Dejaremos a los mejores economistas y analistas económicos del mundo que decidan lo que una posible reforma de esta envergadura supondría para la economía mundial y para cada país. Sin embargo, debido a nuestra experiencia en la vida de los expatriados, aprovechamos esta oportunidad para analizar el impacto que un impuesto mínimo global puede tener en la movilidad internacional. Teniendo en cuenta las pautas actuales en torno a la movilidad de los talentos y el afán y la capacidad de las empresas de emplear una fuerza de trabajo internacional y trasladar a los empleados a oficinas en diferentes países, ¿qué significaría el tipo impositivo mínimo universal sugerido para la movilidad global? 

Actualmente, debido a la competencia fiscal y a la capacidad de respuesta de los países a los cambios fiscales que se producen en otros países, las empresas y los empleados se benefician de la libre movilidad. Por ejemplo, las empresas estadounidenses tienen oficinas en Irlanda y los Países Bajos, donde actualmente los impuestos de sociedades son de los más bajos de la UE (12,5% y 15%, respectivamente). Supongamos que se aplica un impuesto mínimo global, que dictará que una empresa estadounidense, independientemente de si opera desde Estados Unidos o Irlanda, tendrá que pagar la misma cantidad de impuestos al país en el que opere. En ese caso, ya no habrá motivación para que esta empresa establezca oficinas en Irlanda, lo que disminuirá la movilidad de la mano de obra de EE.UU. a Europa.

Los datos sugieren que la decisión de las empresas sobre si su producción tendrá lugar a nivel local o en el extranjero y el tipo de inversión (si la hay) que realizarán en el extranjero se ve afectada en cierta medida por los tipos impositivos. Con un impuesto global mínimo, las empresas tendrán menos motivos para poner sus miras en el extranjero.  

Por el momento, todos estamos de acuerdo en que la aplicación de un tipo impositivo mínimo global no puede ser una actividad sencilla. Los diferentes soberanos tendrán diferentes puntos de vista sobre la cuantía de este impuesto. También es difícil imaginar que los paraísos fiscales abandonen su singularidad sin oponerse a la reforma que eliminará sus privilegios. Del mismo modo, las vastas economías de Rusia, China y Brasil se asegurarán de que sus argumentos a favor o en contra sean escuchados.

Una agencia fiscal internacional y la colaboración entre países son sin duda las mejores soluciones para una visión como ésta. Sin embargo, la investigación ha demostrado que los impuestos están estrechamente relacionados con el comportamiento social; por ejemplo, la evasión fiscal es más común en un país mediterráneo como Grecia que en los países nórdicos. 

Cada país tiene derecho a hacer todo lo posible para atraer la inversión de los gigantes empresariales, el talento internacional y el conocimiento. Y eso sólo puede denominarse "justo" desde la perspectiva de los paraísos fiscales y los países con menos impuestos. Por ejemplo, mientras hablamos, las empresas pueden establecer sucursales locales en diferentes países y pagar el tipo de impuesto de sociedades local definido por cada país, incluso si los beneficios provienen de ventas en otros lugares. Así pues, esto es lo que el G7 acuerda cambiar: las empresas pagarán impuestos en el país (o países) donde venden sus productos o servicios y obtienen ingresos, y no en el país donde declaran sus beneficios y se encuentran físicamente a efectos fiscales. Un impuesto mínimo mundial impedirá que los países compitan entre sí. ¿Significará también un impuesto mínimo global que el intercambio y la puesta en común de conocimientos se paralizarán? ¿Se volverán los países más introvertidos y no habrá razones suficientes para la colaboración internacional? ¿Significará esto una peligrosa menor exposición a la "otredad"?

Según las Naciones Unidas, en 2019, la población migrante internacional era de casi 272 millones de personas, la mayoría de las cuales proceden de países de renta alta, lo que significa que son profesionales bien formados y cualificados. La globalización y la inmigración exponen a las personas a la diversidad, confrontándolas a ver las cosas de manera diferente, a pensar de nuevas maneras y a desviarse de los estereotipos sobre los demás. Al final, las personas que han estado expuestas a más diversidad tienden a darse cuenta de que, como ha dicho el novelista estadounidense V. T. Nguyen "todos tenemos mucho más en común que en diferencia". Pero, ¿qué pasará con nuestra inteligencia cultural si tenemos menos motivos para movernos?