La economía de Nueva Zelanda requiere una amplia mano de obra. Esto, combinado con una población relativamente poco numerosa, hace que Nueva Zelanda no disponga de suficientes recursos humanos y dependa de los trabajadores extranjeros para mantener algunas de sus industrias. A esto hay que añadir la tendencia de los propios neozelandeses a convertirse en expatriados: constituyen la segunda diáspora de expatriados del mundo occidental, apenas superados por los irlandeses. Hoy en día aproximadamente un millón de neozelandeses, alrededor del 14%, viven en el extranjero.