Expatriada por cojones: memorias de una periodista ociosa en Marruecos

Expatriado del mes
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Publicado el 2015-09-01 a las 00:00 por Expat.com team
Adaia de Barcelona, relata en primera persona su periplo y aventuras por Marruecos. Rincones, anécdotas, gentes y emociones.

Preséntate: ¿de dónde eres? ¿desde cuánto tiempo estás en tu nuevo país? ¿cómo te ganas la vida?

Mi nombre es Adaia y soy de Barcelona. Tengo treinta y siete años y, desde hace cuatro, vivo en Tánger. Antes de venir a Marruecos me ganaba la vida como periodista freelance haciendo reportajes y documentales para televisión. Cuando no estaba viajando o esperando —que es parte del trabajo— entrevistaba a gente y escribía sobre ello. Ahora hago lo mismo pero sin cobrar.

¿Por qué decidiste cambiar de país?

Yo no decidí nada; el destino o el mercado o la crisis, llámale como quieras, decidió por mí. Mi marido se quedó sin trabajo y después de muchas entrevistas frustradas le ofrecieron un buen puesto en Marruecos. Yo acababa de ser madre, tenía ganas de escribir, siempre me ha gustado viajar, vivir aventuras, conocer gente distinta… Y me dije: ¿Por qué no?

¿Qué trámites y formalidades has tenido que hacer para instalarte?

Pues casarme, que no es poco. Yo, que siempre había renegado del dichoso “contrato marital”, acabé pasando por el aro y diciendo: Sí, quiero. Mi marido tenía trabajo en Marruecos y con él, podía tramitar la residencia. Mi situación era distinta. Sin contrato de trabajo, al llegar a Tánger no era más que una madre soltera. Me casé porque era la única manera de tener en regla mis papeles. Trámites he tenido —y tengo— que hacer continuamente: renovar la residencia cada año, matricular el coche, abrir cuentas bancarias, pedir la licencia de conducir… vaya, que no me aburro.
 

¿Cómo fue tu instalación?

Instalarnos en Tánger fue, relativamente, fácil. Dejamos al niño con mis padres y nos alojamos en un hotel. Durante unos días vimos pisos hasta que encontramos el que nos gustaba. Regresamos, metimos como pudimos lo que teníamos en nuestra casa de Barcelona —casi nada; la mayor parte de las cosas las tuvimos que regalar— en una furgoneta y cruzamos el estrecho. Los primeros días dormíamos en un colchón inflable y comíamos en una mesa diminuta de jardín. Poco a poco, fuimos comprando los muebles y haciéndonos la casa nuestra… hasta hoy.
 

¿Has tenido dificultades para adaptarte: la gastronomía, las costumbres, el clima...?

Tánger es una ciudad fantástica; adaptarte no es difícil. Además, aquí hay una comunidad española muy grande por lo que es fácil relacionarte con la gente. Las costumbres y la gastronomía son diferentes pero creo que eso es enriquecedor. Yo he dejado de comer cerdo y el alcohol lo compro en Ceuta. Al final, adaptas lo que te gusta del nuevo país, al mismo tiempo que continuas manteniendo tus costumbres. Nosotros lo celebramos todo: la verbena de San Juan, las Navidades y el cordero. Este año compramos uno a medias con otra familia y lo celebramos como el resto de la gente. Fue una experiencia fantástica.
 

¿Lo que más te sorprendió?

Una de las cosas que más me ha sorprendido es que Tánger, a pesar de estar tan cerca de España, es más conservadora que otras ciudades del sur. En Rabat o Casablanca pocas mujeres usan el pañuelo, hay muchos bares y discotecas, los jóvenes tienen vida social… Aquí, no. Tánger es una ciudad grande pero donde la mayoría de la gente vive como si se tratara de un pueblo pequeño. La tradición está muy arraigada.
 

¿Cómo has conseguido trabajo?

Durante quince años, desde que acabé la carrera, he currado sin parar. Escribí guiones para la radio, redacté noticias para los informativos, grabé y edité reportajes para televisión, dirigí documentales, trabajé haciendo videos para empresas, piezas para museos, anuncios de publicidad… Disfruté y aprendí mucho pero ahora me apetecía centrarme en la escritura. Estoy trabajando en un proyecto personal que me apasiona y espero poder venderlo en el futuro. Nadie me paga pero tampoco nadie me dice lo que debo hacer. Además, tengo dos hijos y quiero tener tiempo para disfrutar de ellos.
 

¿Cómo has encontrado un alojamiento?

Mi marido y yo paseábamos por el barrio donde queríamos vivir y cuando veíamos una finca que nos gustaba, entrábamos a preguntarle al portero. A través de uno nos pusimos en contacto con el propietario del que es ahora nuestro piso. En nuestro caso, el contrato de alquiler lo acabó haciendo una inmobiliaria pero conozco a mucha gente que lo han arreglado entre ellos, luego le dan una propina al portero y listo.
 

¿Es fácil hacer nuevos amigos? ¿Algún consejo?

No sé si es fácil o difícil hacer amigos en Tánger. Creo que es igual que en cualquier otro lugar. Eso depende de cada uno, de su carácter, de lo que espere encontrar o lo que esté dispuesto a dar. Diría que es fácil encontrar españoles pues, aquí, hay muchos viviendo en la misma zona. La mayoría nos conocemos.
Venga mójate: lo mejor y lo peor.

Lo mejor de todo, para mí, es vivir la experiencia de estar en otro país distinto al tuyo, con un paisaje diferente, con otra cultura, otros sabores, conociendo gente nueva... La rutina me aburre y me deprime. Marruecos es un país exótico y la gente es muy simpática.

Lo peor es que no puedo escaparme sola un lunes por la tarde a ver la última peli de Wim Wenders en versión original, ni perder el tiempo hojeando novelas gráficas en la FNAC o decirle a mi marido que vayamos juntos al CCCB para ver la última edición del World Press Photo. Lo peor es no poder ir al Sónar con mis amigos. En Tánger no hay cine al fresco en verano, ni talleres de escritura en invierno, no puedo llevar a mis hijos a un espectáculo de títeres ni a la rúa de los cabezudos que tanto le gustan.

Un prejuicio que resultó totalmente equivocado.


Me hace mucha gracia cuando la gente dice que los marroquíes son unos pesados. Supongo que se debe a la imagen que tienen de los vendedores, que hacen lo que sea para endosar sus babuchas al turista. La realidad, al menos la que yo he vivido, es que cuando vas a comprar algo en una tienda, pasan olímpicamente de ti. Hablan entre ellos, miran la tele, juegan con el móvil y es desesperante. A veces no sé que hacer para que me atiendan.
 

¿Qué es lo que echas más de menos de tu país?

Lo que más echo de menos es la gente a la que quiero. Personas con las que solía tener buenas conversaciones. Los amigos de siempre, vaya, esos que te escuchan cuando tienes una nueva idea, te consuelan cuando estás triste, te animan cuando estás deprimida y te aguantan la frente cuando, ya muy borracha, terminas vomitando en cualquier esquina; aunque sí soy franca la última vez que vomité lo hice sola, mientras ellos miraban de cerca y se partían de la risa.
 

¿Cómo es tu vida cotidiana?

Por las mañanas, después de dejar a los niños en el cole, me encierro a escribir. Salgo poco, sólo si he quedado con alguien para hacerle una entrevista o visitar algún sitio. Por las tardes, me dedico ejercer de mamá. Llevo los niños al parque, jugamos, los baño, les doy la cena y cuando ya estoy muerta, aún me queda por contarles el puñetero cuento. Cada día, uno distinto y, a poder ser, inventado. Si da la casualidad que ese día mi marido está en casa —porque viaja mucho— miramos una peli o charlamos. Si estoy sola, cojo un libro.
 

¿Qué haces en tu tiempo libre? ¿Cuáles son las actividades más populares allí?

En verano nos encanta ir a la playa. En los alrededores de Tánger las hay que son preciosas, casi vírgenes. Poca gente, agua limpia, chiringuitos donde comer sardinas a la plancha y patatas fritas por un precio de risa. En invierno lo tenemos más complicado. No hay mucho qué hacer. Salimos a dar un paseo, nos paramos en algún sitio a merendar o organizamos algo en casa con los amigos.
 

Sobre tu blog ¿qué te ha llevado a empezarlo? y ¿qué representa para ti escribirlo?

Con el pretexto del blog entro en contacto con ese Marruecos que de otro modo me sería inaccesible. A veces no sé si escribo con el fin de contar una historia o si es exactamente al revés, la escusa para vivirla en primera persona. Gracias al blog he visitado la explotación de un campesino que se dedica a cultivar hachís, he acompañado a una joven a visitar a su familia en su pueblo natal, he asistido a una boda tradicional y me he hecho tirar las cartas por una adivina, entre muchas otras cosas. Un año da para mucho…
 

¿Qué consejo le darías a aquellos que quieren instalarse allí ?

Ufff… no sé… no soy muy buena dando consejos. Creo que Marruecos es un país con muchas posibilidades pero también tiene toda una idiosincrasia que si no conoces te puede dejar de lado. O vienes con trabajo o con un proyecto de negocio pero olvídate de intentar buscar empleo, pues los sueldos son marroquíes, es decir, muy bajos. Conozco personas que han montado algún negocio y a los que le va muy bien, pero también sé de gente que ha venido y ha tenido que marcharse un tiempo después con las manos vacías. Para mí lo esencial es hacer un trabajo previo de investigación para saber las ventajas y las desventajas reales del sector al que te quieres dedicar. Conocer la ley, como funciona el tema de licencias, impuestos…


No es la primera vez que vives en el extranjero, explícanos un poco tu trayectoria. Siempre me ha encantado viajar. Desde muy joven cogía la cámara, la mochila y me iba por ahí yo sola. Un mes como mínimo. Después, lo seguimos haciendo con mi marido cuando teníamos vacaciones. Hemos estado en Filipinas, Sudáfrica, Cuba, Perú, Brasil, India, Mozambique… pero cuando él se quedó en el paro, justo a mí me ofrecieron un trabajo en China. Durante un año estuvimos viviendo en Shanghái. Fue una experiencia que nunca olvidaré. Es una ciudad enorme, que no para nunca, con una gastronomía que me vuelve loca y una cultura tan distinta… pero nunca me imaginé viviendo allí más tiempo. Hay mucha polución, nunca ves el sol, el ritmo de vida es frenético y las diferencias entre los locales y los expatriados son muy grandes.
 

¿Con qué frecuencia te ves o comunicas con tu familia? ¿Qué medios de comunicación utilizas?

Los llamo cuando me apetece. Puede ser que hable con ellos dos veces en un día o ninguna durante un mes.  Casi siempre utilizamos el Skype. Ahora mi madre se ha vuelto una loca del What's Up y le mando muchas fotos y vídeos de los niños. Dice que así es como tenerlos cerca, por el tema de la inmediatez. Los visitamos al menos un par de veces cada año y ellos también suelen venir a vernos. Es la ventaja de vivir en Tánger, que está muy cerca.

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